Ubicación de los diaguitas |
Los Diaguitas habitaban los cerros y valles del noroeste de Argentina, en las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja , norte de San Juan, noroeste de Córdoba y el Norte Chico de Chile.
Vestimenta
Tanto los hombres como las mujeres Diaguitas vestían una camisa larga hasta los tobillos, sin mangas, hecha generalmente de algodón o lana tejida de llama. Sobre ella llevaban un poncho y sobre la cabeza un gorro.
Vestimenta de la mujer |
Calzaban sandalias u ojotas de cuero. Utilizaban collares y adornos de piedra de malaquita y conchas, se adornaban con binchas y plumas y se pintaban el rostro. Usaban el pelo largo y recogido.
Vestimenta del hombre |
Desarrollo tecnológico
En estos valles, los Diaguitas realizaron un buen desarrollo de la agricultura con una variada producción de maíz, frijoles, algodón, papa, quínoa y buen desarrollo de tecnología para irrigar; mediante acequias y canales artificiales. Gracias a estos eran posibles los cultivos
El agua la obtenían de los ríos (en primavera) y de la lluvia (en invierno).
Arquitectura
En las ciudades, los Diaguitas construyeron edificios particulares y públicos (militares, religiosos, almacenes, corrales, etc.).
Pucarás creados por Diaguitas |
El jefe de la tribu repartía las tierras y organizaba la construcción y el cuidado de las terrazas de cultivo en las laderas de las montañas. Se trabajaba la tierra en común y se guardaba parte de la cosecha en los depósitos comunales, construidos por ellos. Con el taco u algarrobo criollo, los diaguitas cubrían varias de sus necesidades básicas. Usaban la madera como leña o para la fabricación de bienes, de la corteza y de la raíz obtenían tinta para teñir lanas y telas, y de sus frutos hacían harina para cocinar un pan llamado patay.
Aún se conservan restos de sus ingeniosas construcciones llamadas por los quechuas púkara (o pucará), las cuales eran fortalezas o murallas para defenderse en tiempos de guerra.
Escritura
El idioma del pueblo diaguita era el kakán. Se hablaba en los Valles Calchaquíes de Salta y Tucumán, toda Catamarca, gran parte de La Rioja, parte oeste de Santiago del Estero (la sierra y el río Dulce) y norte de San Juan (río Bermejo, Valle de Jáchal y Valle Fértil) y, en mucha menor medida, en el extremo noroeste de Córdoba.
Producción literaria
Los Diaguitas se caracterizaban por la escritura de leyendas. Algunas de las más destacadas fueron las siguientes:
- Chaya y Pujillay
Cuenta la leyenda que Chaya era una muy bella jovencita india, que se enamoró perdidamente del Príncipe de la tribu: Pujllay, un joven alegre, pícaro y mujeriego que ignoró los requerimientos amorosos de la hermosa indiecita. Fue así como aquella, al no ser debidamente correspondida, se internó en las montañas a llorar sus penas y desventuras amorosas. Fue tan alto a llorar que se convirtió en nube. Desde entonces, sólo retorna anualmente, hacia el mediado del verano, del brazo de la Diosa Luna Quilla, en forma de rocio o fina lluvia.
En tanto Pujllay, sabiendose culpable de la desaparición de la joven india, sintió remordimiento y procedio a buscarla por toda la montaña infructuosamente. Tiempo despues, enterado el joven del regreso de la joven a la tribu con la luna de febrero, volvió él tambien al lugar para continuar la búsqueda pero fue inútil. Allí, la gente que festejaba la anhelada cosecha, lo recibía con muecas de alegría; él por su parte, entre la alegría de los miembros de la tribu, prosiguió la búsqueda con profunda desesperación, aunque el resultado fue totalmente negativo. Por ello, derrotado, terminó ahogado en dicha su soledad, hasta que luego, ya muy ebrio, lo sorprendio la muerte. Punto final de un acontecer que se repite todos los años, a mediados de febrero.
La tradición popular rescató a estos personajes y en sus vocablos se demuestra el sentido de esta fiesta de la cosecha: Ch'aya (en quichua: "Agua de Rocío") es símbolo de la ansiada espera de la nube y de la búsqueda ancestral del agua para los cultivos, mientras que Pujllay, significa: "jugar, alegrarse".
- Los Pétalos de la Rodocrosia
Tras largos días y noches de andar, el Chasqui alcanzó el último tramo del camino que conducía a la morada del Rey Inca. Llevaba una singular ofrenda destinada al gobernante: tres gotas de sangre petrificadas, el precioso hallazgo fue recibido con mucha emotividad.
En el Lago Titicaca, en tiempos pasados, se había construido el templo de las Acllas: las vírgenes sacerdotisas del Inti. En ese sitio se encontraban anualmente el sol y la luna para fecundar los sembrados y asistir a la sagrada elección de quien heredaría la responsabilidad de perpetuar la sangre inca. Un día el invencible guerrero Tupac Canqui se atrevió a ingresar al sagrado templo, desafiando la tradición incaica. Desde el momento en que descubrió a la bella Ñusta Aclla, nació su amor por ella. La sacerdotisa lo correspondió, consciente de ignorar las restricciones del Tawantinsuyo para las elegidas. Juntos, escaparon hacia el sur, buscando proteger el vientre de la Aclla lleno de vida. El poder imperial bramó y destinó infortunados grupos armados a castigar a los culpables de la transgresión. Tupac Canquí y la Ñusta Aclla se instalaron cerca del salar de Pipando, donde tuvieron muchos hijos descendientes de los Aymarás, que fundaron el pueblo Diaguita.
Sin embargo, jamás lograron deshacerse del hechizo de los Shamanes incas. Ella falleció y su cuerpo fue sepultado en la alta cumbre de la montaña, él murió poco tiempo después, ahogado en su triste soledad. Una tarde, el Chasqui Andalgalá descubrió la tumba de la Ñusta Aclla impresionado por ver cómo florecía, en pétalos de sangre, la piedra que la cubría. Rápidamente salió del estupor y arrancó una de las rosas para ofrendar al Rey Inca. El jefe del imperio, aceptando con emoción la Flor de la Rodocrosita, perdonó a aquellos antiguos amantes furtivos. En adelante, las princesas de Tiahuanaco lucieron con orgullo trozos de la piedra rosa del inca, símbolo de paz, perdón y amor profundo.